La Gatúbela le dijo a Batman (2012): “Se avecina una tormenta, señor Wayne, porque es inmoral la opulencia en que viven tan pocos junto a la miseria en que viven tantos”.

Aun no entiendo por qué las élites (los ricos, ocupados en amasar fortunas fabulosas a la sombra del poder, y los partidos políticos, dedicados alegremente a saquear a la nación) no la vieron venir. No llegó un huracán, como muchos esperábamos, pero llegó una tormenta.

No ignoro las fallas de Andrés Manuel López Obrador: ataca sin cesar a sus adversarios; le disgustan los derechos humanos; le irrita la libertad de expresión; se avienta unos dislates que dan pena; en su órbita mental no están ni los pueblos indios ni la infancia; sus políticas públicas tienen fallas estructurales; la transformación está lejos todavía de los ámbitos cotidianos de las mayorías; aprovecha el poder para promover sus intereses y los de su partido y se ha rodeado de gente impresentable.

Pero es cierto también que admiro en el presidente su lucha para hacer que anide en la cultura mexicana el rechazo a la corrupción, que tanto nos erosiona como sociedad, y que su tenacidad hará que haya un antes y un después en materia de ese enriquecimiento que inexplicablemente llamaban inexplicable.

Debido a la opulencia de pocos y la miseria de muchos, el presidente representa las esperanzas de los excluidos de siempre y que la mitad de la población lo ve como el instrumento de su revancha contra las élites. ¡Pues bien por eso!

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