Abandonar el PIB como medida de la producción nacional es como arrojar la brújula al mar. Aunque también es cierto que ningún navegante puede fiarse solamente de la brújula. El PIB es útil porque mide el tamaño del pastel que se va a repartir. Incluso, si se clasifican las actividades entre las que deben crecer y las que deben decrecer, como se propone para conservar el medio ambiente, el PIB tendría que ser la referencia obligada.
Quien diga que se debe abandonar el PIB porque no mide el bienestar, es como querer tirar la brújula porque no indica cuánto hemos recorrido. Quien diga eso, ignora que existe una fuerte correlación positiva entre el IDH y el PIB per cápita e ignora que existen instrumentos para medir el bienestar, como el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU.
El IDH mide el bienestar basado en tres subíndices: el de ingresos, el de salud y el de educación. Que es insuficiente, es cierto; pero se puede mejorar. Se le pueden añadir, al menos, otros tres subíndices: 1) el de condiciones de vida (que incluye tipo de vivienda, agua potable, drenaje y alcantarillado, conectividad y comunicaciones); 2) el de estado de derecho (confianza en las autoridades y en las instituciones, percepción de seguridad, índice de impunidad y control de la corrupción); y 3) incluso se le puede añadir un índice de felicidad.
Avanzar hacia una nueva etapa siempre se ha hecho sobre las bases construidas hasta el momento. De las etapas anteriores, se elimina lo peor, pero se mejora lo mejor. Debería ser de sentido común saber que en esta vida no hay nada absolutamente malo ni nada absolutamente bueno… Aunque se sabe también que el sentido común es el menos común de los sentidos.

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