No se sorprenda usted si Carlos Salinas de Gortari resulta ser un precursor de la Cuarta Transformación. La idea no es descabellada porque hay, al menos, tres elementos que así lo apuntan.

El primero, como ya se dijo en este mismo espacio el 4 de julio pasado (https://bit.ly/394jqwp), la llamada Cuarta Transformación no está a la altura de las tres anteriores: la Independencia, la Reforma y la Revolución, pero sí parece un ajuste del neoliberalismo a la mexicana ya que hay tres aspectos que el salinismo y la 4T comparten: los recortes al gasto público, el despido de personal del gobierno y el asistencialismo electorero (que no sacará a nadie de la pobreza, aunque paliará sus aspectos más extremosos, pero que acarreará un caudal de votos para el partido del presidente).

El segundo argumento que asemejan a la 4T al salinismo es el Consenso de Washington, el decálogo del neoliberalismo (si usted lee un libro o dos, será capaz de distinguir la versión mexicana del auténtico) que propone: 1) disciplina fiscal, 2) reordenamiento de las prioridades de gasto público para enfocarlo directamente a políticas de desarrollo, 3) reforma tributaria, 4) liberalización de las tasas de interés y 5) tipo de cambio fijado por el mercado, 6) apertura comercial, 7) fomento a la inversión extranjera directa, 8) privatización, 9) desregulación de la economía y 10) protección de los derechos de propiedad. Los objetivos de este programa serían: 1) una baja inflación, 2) reducción del déficit presupuestario, 3) disminución de la deuda, 4) aumento del flujo de capitales. Nótese que, respecto a los 10 puntos, el salinismo y a 4T solamente difieren en los puntos 8, 9 y 10, pero los cuatro objetivos son exactamente iguales.

El tercer argumento es un tanto subjetivo, pero con bases firmes para darle alguna verosimilitud. Si Bartlett (en opinión presidencial) es puro, bueno, patriota y nacionalista, entonces el fraude electoral (a través de la caída del sistema) que cometió en contra del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 es un fraude patriótico y, por tanto, Carlos Salinas de Gortari, impuesto por razones de patriotismo según esta versión, ya no será el “malo de malolandia” (como dijo el actual presidente cuando andaba en su primera campaña electoral), sino un nacionalista que practicaba, no el neoliberalismo que está en la cabeza del presidente, sino el liberalismo social (más cercano a los liberales que a  los conservadores). Que después, el régimen instaurado por Salinas haya derivado en un sistema de saqueo a la nación, de empobrecimiento y de concentración del ingreso (sobre todo en la era del PAN y del inútil de Peña Nieto), son cosas propias de la cultura mexicana.

Si el neoliberalismo inaugurado por Carlos Salinas derivó en un sistema corrupto y depredador del bienestar, su etapa superior (la 4T) buscará eliminar la impunidad, la corrupción y la pobreza extrema (lo cual, desde luego, no es poca cosa) para darle viabilidad. La denodada búsqueda del acuerdo comercial con los Estados Unidos y Canadá es un elemento que apunta en esa dirección.

Desde luego que, tratándose de México, tan proclive a un estado paternalista, esa nueva etapa del neoliberalismo se deberá imponer por medios autoritarios, dejando la democracia liberal solamente para las elecciones y concentrando todo el poder en manos del presidente. Se busca el regreso a los años “dorados” del priismo profundo, el presidencialismo y el estatismo.

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