En Desagüe, Diego Rodríguez Landeros escribe una frase en la que parece estar hablando de Vícam (aunque habla de cualquier otro pueblo igual o peor que este). Dice: “Ni pueblo ni rancho, mucho menos ciudad cabal… transmite la sensación de aislamiento extremo. Ahí la falta de gracia es un atractivo”. (P. 67).

Diego es miembro del staff del Vícam Switch y acaba de publicar esta novela histórica que, como la han calificado, es “deslumbrante” (Olivia Teroba),  está “sorprendentemente bien escrita” (Víctor Santana, director de la editorial Tierra Adentro) y es una novela “pasmosa y de prosa demencialmente bella e hipnótica” (Pierre Herrera).

La novela trata de una historia que podríamos llamar de amor y de muerte que gira en torno al proyecto del desagüe de los detritus y del exceso de agua de la Ciudad de México. En ese relato, que te mantiene pegado a sus páginas, Diego va del presente al pasado y de regreso; del lenguaje culto a la más cruda jerga popular; de la literatura más encumbrada a los sucesos que se desarrollan en los sótanos de la sociedad; de la alta política a la vida privada, de lo escatológico a lo fantástico y de allí a las más inverosímiles manifestaciones cotidianas.

Una descripción muy general no le haría justicia porque simplificaría demasiado el contenido; una descripción detallada revelaría aquellos detalles que hacen valioso leer esa obra. Por ello, me limito a proporcionar algunos ejemplos que ilustran el viaje narrativo e histórico a través del canal de desagüe de la gran ciudad.

En uno de sus relatos fantásticos, nos explica que “el ahuizote era un animal lacustre que tenía la forma y el tamaño de un perro, el pelaje negro y muy suave, las orejas pequeñas y puntiagudas y una cola muy larga en cuyo extremo se movía una mano de chango con garras filosas”.

Uno de sus personajes aprendió en la cárcel de Otumba que “cada Yakult contiene más de 100 millones de unas madres que se llaman Lactobacillus casei Shirota, bacterias que llegan vivas al intestino y se ponen en chinga a hacer su chamba para mejorar la flora intestinal”.

Por un momento se convierte en un crítico de la economía: “El modelo de desarrollismo fáustico (Por Fausto de Goethe), al buscar el progreso que ideal o utópicamente ha de traducirse en mejores condiciones de vida para la humanidad, casi nunca prevé los daños colaterales que sumen en la pobreza, la contaminación y la precariedad al mundo que desea mejorar. Tal es la paradójica historia del desarrollo”.

De Porfirio Díaz dice que “sus intestinos desconocían la falta de fluidez y su mente se entretenía con los planes de construcción del Gran Canal… Pero esa mañana Díaz defecaba tranquilo y con gesto soñador… Sintió un movimiento peristáltico y luego un relajamiento del esfínter, que por lo general mantenía apretado en un rictus marcial. Desahogado, se subió los pantalones.”

En el Gran Canal –dice Diego– “la corriente arrastra los desperdicios fisiológicos del Presidente de la República y del arzobispo juntos, igualados con los de los presos infelices, con los de las actrices cotizadas y los enfermos que suspiran por la muerte perdidos en las salas generales de los hospitales”.

Incursiona en uno de los grandes temas del momento (el de la inseguridad) y parece describir un día cualquiera, digamos ayer: “Ese mes fue, sin duda, el más violento en muchos años dentro de la entidad. Había en las calles una guerra declarada, balaceras, cabezas que, literalmente, rodaban envueltas en bolsas negras de plástico o pendían de puentes peatonales.”

Como dice otro de sus personajes de la cárcel, “la verdad es más simple, pero más cabrona. Agárrate porque ahora sí te voy a explicar a qué se debe el significado del nombre de Teotihuacán. La neta de las netas. La verga pelada. Apréndetelo bien porque lo que te diré salvará tu vida, mejorará tu existencia…”

Así pues (invita el narrador): “Aspiren el humo y aguarden. Con mis dos caras, cuatro ojos y dos bocas contaré algo. Yo lo sé todo; conozco lo ocurrido, los hechos verdaderos y falsos, las quimeras que he inventado”…

Léalo y disfrútelo despacito porque será lo mejor que haya leído en mucho tiempo.

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